"Tú no lo ves, pero ellos te ven asi", le dijo su maestra. Quieren abrazarte, cuidarte... tan delicada y bonita, con esa cara de niña buena, una sonrisa luminosa que les ciega. Tu perfume les embriaga, eres su muñeca.
Te llevan de la mano, te pasean, admiran embelesados tu belleza. Y mientras, el tiempo va marchitando tu corazón. Eres la llama orgullosa de una vela casi consumida. Las palabras resbalan por tu piel como las gotas de lluvia que chocan contra el cristal, tú las miras y no sientes nada.
Por un instante deseas dar la vuelta a las manecillas del reloj, rápidas las ves girar, implacables en su marcha imparable. Vuelven siempre a ti. El tiempo no se detiene. Es un viajero errante y solitario, su maleta nunca se llena.
Respiras serena, la miras a ella. Tu mirada la inquieta, porque sabe que vienes de vuelta. Admirada y deseada pero siempre expuesta. Rozan tus labios la perfección, sublimes los rasgos que te otorgan esa condición. Misteriosa y señora, tú no quieres ser muñeca.